viernes, 21 de febrero de 2014

Genocidio en China

El 1 de Septiembre de 1939 Alemania invadió Polonia. Mientras toda la atención mundial se concentraba en Europa con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, la pugna entre China y Japón conocida como la Segunda Guerra Chino-Japonesa continuaba de una manera furiosa. Con el mundo distraído en el continente europeo, Japón pudo llevar a cabo una de las páginas más terribles de su Historia.
El sufrimiento chino
Desde que comenzaron las masacres con total impunidad por toda China, las zonas ocupadas por Japón y por sus títeres Manchuria y la China de Nanking colaboracionista se convirtieron en un auténtico infierno.
Lo primero que hacían siempre los japoneses era ejecutar a todos los soldados del Ejército Nacionalista Chino que se rendían. Luego mataban a civiles por diversión tiroteándolos por las calles y por último buscaban mujeres a las que violar. Todos estos métodos brutales aumentaron de sobremanera la guerrilla interior contra los japoneses, lo que provocó una psicosis en estos que los volvió más violentos. Aquella tensión inevitablemente hizo que las matanzas aisladas se convirtieran en una persecución generalizada a gran escala. Por toda China se abrieron zanjas y fosas comunes para ejecutar a los condenados, en público se ahorcaba en sogas a la gente, se mataba hasta la muerte rajando con la bayoneta, se cortaba la cabeza a los disidentes con espadas y katanas, se ametrallaban grupos de personas del bando opuesto y se enterraba con vida a los prisioneros para dar ejemplo. Miles de personas fueron convertidas en esclavos para trabajar hasta la muerte en condiciones infrahumanas, mientras que las mujeres bellas les fue obligada la prostitución forzosa. Los toques de queda se multiplicaron y la radicalización aumentó a límites extremos como el hecho de disparar a alguien que simplemente pareciese sospechoso sin ni siquiera preguntar o pinchar con la bayoneta los carros y vehículos de carga que pudiesen albergar partisanos ocultos. Aldeas y pueblos enteros fueron destruidos por las tropas japonesas en verdaderas orgías de sangre, así le ocurrió a la ciudad de Chingjiao en la cual la mayoría de su población fue exterminda, casi un total de 30.000 personas.
Los bombardeos discriminados desde aviones contra las ciudades fueron frecuentes, los aparatos no buscaban objetivos militares, sino causar el pánico entre la población civil. Chongqing fue la primera ciudad importante en ser bombardeada al ser una de las más industrializadas y capital de la China Nacionalista del Kuomintang donde se acantonaban las tropas de Chiang Kai-Shek. Como en Chongqing sucedió lo mismo en Hubei, Shanxi, Changsha, Guangxi, Suizao, Nanchang, Wuhan o la cuenca agraria e industrial de la región de Sichuan entre otros muchos lugares en los que murieron cientos de miles de seres humanos. Al igual que la China Nacionalista, la China Comunista fue igualmente bombardeada duramente en las incursiones aéreas sobre el Yenan y los escondites de la guerrilla bolchevique.
Aumentaron las violaciones de mujeres chinas sin que los burdeles de las llamadas “damas de consuelo” lograran frenar dichos actos. El violar a mujeres era considerado como un rito de iniciación para los veteranos en el Ejército Imperial como miembros de un colectivo. Muchos de los soldados se vieron obligados a ellos, pues negarse a violar a una mujer podía traerles graves consecuencias. Evidentemente no existía un Estatuto que definiera que una vez convertido en veterano un soldado debía violar una mujer, el problema fue que los individuos que cometían estos actos eran grupos aislados, aunque muy numerosos, que incidían o imponían su terror sobre la soldadesca para incitarles a tales prácticas. Sin embargo no puede culparse a todo el Ejército Imperial de violar mujeres, ni mucho menos, pues fueron un muy bajo porcentaje los que acosaron a millones de mujeres, quizá uno de cada diez japoneses. A pesar de todo Japón poseía a millones de tropas en China y lógicamente el número de violadores era muy alto y en cada zona ocupada existían grupos que se dedicaban a asaltar mujeres y asesinarlas.

La Kempei-Tai, Policía Secreta Japonesa, empleó las más abominables torturas para hacer hablar a los sospechosos, normalmente chinos, aunque los japoneses tenían predilección por los occidentales residentes en China a los cuales era más fácil extraerles información. Los interrogatorios empezaban con puñetazos, patadas y golpes de bastón, luego el dolor era aumentado con barras de hierro candantes por el fuego o en atar al preso una piedra muy pesada a una parte del cuerpo en una incómoda posición que causara sufrimiento. Una de las torturas más útiles era introducir un trapo de agua en la boca que el interrogado tragaba mientras estaba atado boca arriba en un banco, entonces cuando el estómago estaba lleno los verdugos golpeaban el vientre haciendo que el preso vomitara el agua.
Todos aquellos entrenamientos del Ejército Imperial para luchar contra el enemigo a medida que la guerra se intensificaba en China, los oficiales japoneses procuraron que fueran de lo más realistas. Para practicar una carga cuerpo a cuerpo se ataba a unos árboles a prisioneros chinos cerca de una zanja, entonces los japoneses cargaban y con la bayoneta intentaban matar al hombre atado al primer toque, posteriormente los cuerpos caían en la fosa y se echaba tierra encima. Otra práctica para practicar el tiro era atar a chinos a los postes y dispararles hasta vaciar los cargadores, mucho antes de que se acabaran las balas la mayoría de presos habían muerto.
Matanzas colectivas se produjeron por varios puntos de China, siendo pueblos enteros arrasados. Por ejemplo el 25 de Enero de 1941 los japoneses eliminaron a 1.230 chinos de Panjiayu por orden del general Yasuji Okamura.
Campos de concentración
Una de las armas más mortíferas de la Segunda Guerra Mundial fueron los campos de exterminio y muerte. La Unión Soviética y Alemania los emplearon en Europa para acabar con sus enemigos de una manera rápida y eficaz. Por supuesto Japón no se quedó atrás en esta carrera tecnológica mortal.
Los campos de concentración japoneses nacieron para el trabajo esclavo hasta morir de extenuación, además de para emplear prisioneros en terribles experimentos médicos o bacteriológicos. Normalmente eran grandes recintos rodeados de alambradas y torres de vigilancia, en cuyo interior se albergaban barracones para los reos, instalaciones militares y centros de trabajo, usualmente dedicados a canteras de mineral. Los guardias solían ser siempre japoneses, aunque también colaboracionistas manchús, coreanos o taiwaneses, a veces más crueles que los nipones.
El campo de muerte más famoso de Asia fue el de Pingfand, ubicado en Manchuria, donde operaba la Unidad 731. Otros mortalmente temibles fueron los campos de Changchun, Songo, Hailar, Guangzhou, Permai y Yen, incluso hubo uno en la capital de Nanking.

Guerra química y bacteriológica
La guerra química con gases venenosos fue un arma ampliamente usada por Japón durante la Segunda Guerra Mundial, concretamente en su guerra contra China. Poco antes de emplearse los gases, el Emperador Hiro-Hito los prohibió en un decreto firmado el 28 de Julio de 1937. Sin embargo los militares que prácticamente operaban en China a sus anchas sin interferencias del Jefe de Estado, los utilizaron como si de la Primera Guerra Mundial se tratase.
En muy altas cotas la guerra bacteriológica también fue llevada a cabo por Japón. Antes de emplearse contra la población civil, las armas bacteriológias habían tenido su campo de pruebas en prisioneros chinos que hicieron de cobayas humanas en los experimientos de la Unidad 731 en Manchuria. Era algo muy común hacer incisiones o heridas a los pacientes forzosos para ver sus posteriores efectos.
Todo un arsenal de armamento bacteriológico Japón pudo estrenar en China. Uno de los métodos favoritos de los japoneses eran los bombardeos de ratas sobre población civil, esta práctica consistía en lanzar desde aviones roedores infectados de toxinas negativas o la peste, de esta forma al llegar los animales a tierra contagiaban a la gente y provocaban una terrible mortandad por enfermedades, muriendo decenas de miles de chinos con esta arma bacteriológica, de hecho, una vez por error se bombardeó con ratas a soldados japoneses haciendo que fallecieran enfermos 1.600 de ellos. Animales como la pulga fueron tirados también para provocar el caos con sus contagios, aunque muchas veces se dejaba ropa o comida que estaban infectados de enfermedades, cosas que los más necesitados no dudaban en recoger. Los aviones continuaron bombardeando sobre la población civil y zonas del frente todo tipo de enfermedades contagiosas como el ántrax, el cólera, tuberculosis, botulismo, tuleremia, viruela, tifoidea, disentería y peste bubónica, toda una colección de bacterias mortales que acabaron con la vida de 400.000 chinos en todo el país.
Hubo varias formaciones militares dedicadas a la guerra química ilegal. La más conocida fue la Unidad 731, pero existieron otras implantadas por China y Manchuria como la Unidad 100, Unidad 200, Unidad 516, Unidad 543, Unidad 773, Unidad 1644, Unidad 1855, Unidad 2646, Unidad 8604 o la Unidad 9420.

Experimentos médicos
Los experimientos médicos con seres humanos fue algo muy común en el Ejército Imperial. El más famoso doctor fue Ishii Shiro de la Unidad 731, aunque hubo otros médicos en cuantiosos campos de concentración dedicados a la investigación científica con personas.
Para los experimentos médicos muchas veces se empleaban análgésicos y anestesia, pero en otras innumerables ocasiones no, por lo que el prisionero lanzaba terroríficos alaridos de dolor hasta la muerte. Las operaciones quirúrgicas típicas de los japoneses era empezar estripando apéndices, para luego extraer los intestinos, después se le amputaban los brazos o piernas y por último se le daban pequeñas punzadas en el corazón hasta que el paciente fallecía, en caso de que no muriera a pesar de todo el calvario, se le inyectaba una sustancia mortal que acababa con su vida instantáneamente. Estas operaciones tenían como fin la investigación del cuerpo humano y sobretodo el que los doctores recién salidos de las universidades practicaran lo más realista posible con personas de verdad y así adquirir profesionalidad en la docencia. Para los médicos y sanitarios de guerra pertenecientes al Ejército Imperial las prácticas eran diferentes, estas consistían en disparar a los prisioneros en el vientre o en zonas donde tuvieran posibilidades de sobrevivir y así el médico novato lucharía por intentar salvarlo como si lo hubieran herido en el frente, pues el paciente se movería por el dolor, siendo el realismo insuperable.
En nombre de la ciencia Japón cometió autenticas barbaridades contra personas para intentar dar un salto adelante en la medicina. Sus investigaciones más macabras que causaron la muerte a miles de reos fueron: exposiones hasta la muerte de los prisioneros con rayos X; el aguante del cuerpo humano en cámaras de presión, empleo de cámaras de gas para probar qué tipo de gases tóxicos eran los más rápidos en matar; investigar cuando moría más rápido una persona al sometérsela a temperaturas extremas en habitáculos especializados; cronometrar cuanto tardaba en asfixiarse alguien en una soga; calcular el tiempo de desintegración de un cuerpo humano vivo tras rociarlo con lanzallamas; sustituir el intestino por el esófago y viceversa como un nuevo aparato digestivo; insertar sangre de animales en venas humanas; inyectar orina de caballo en riñones; o introducir agua salada en el cuerpo como sustituto vital de la sal. Todo esto entre muchas otras cosas terribles.
La guerra bacteriológica fue un hecho en China que Japón estrenó, pero antes de eso fue necesario transmitir esas enfermedades a decenas o cientos de prisioneros para ver sus efectos. Las siguientes enfermedades fueron contraídas: tifus, viruela, cólera, tétanos, disentería, tuberculosis, neumonía, turalemia, difteria, ictericia infecciosa, fiebre tifoidea, fiebre paratifoidea A, fiebre paratifoidea B, fiebre escarlatina, fiebre ondulante, fiebre hemorrágica epidémica, encefalitis por garrapatas, gangrena gaseosa, tos ferina, erisipelas, meningitis cerebro epidémica, salmonella, congelación y enfermedades venéreas.

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